10 de septiembre de 2010

Aprender jugando


"Los adultos a menudo pensamos que los niños juegan para entretenerse, para dejarnos tiempo libre. La realidad es bien distinta. Los niños no juegan para entretenerse, ni para dejarnos tiempo, sino porque es el medio por el que comprenden cómo es el mundo y se integran en él. Jugando desarrollan sus aptitudes físicas, su inteligencia emocional, su creatividad, su imaginación, su capacidad intelectual, sus habilidades sociales... y al tiempo que desarrollan todo eso, disfrutan y se entretienen. Pero nunca en la historia los niños han jugado menos que ahora. ¿Puede esta revolución silenciosa no tener consecuencias?
Los cachorros mamíferos juegan mucho mientras son pequeños, y de esa forma adquieren las habilidades que necesitarán de adultos, de una manera agradable y gratificante. Cuanto más inteligente es la especie, más importante es la etapa dedicada al juego, por eso los niños son los "cachorros" que más tiempo dedican a jugar... si se les deja.

¿A qué jugamos?

El tipo de juego para el que están preparados los niños viene condicionado por su edad y momento evolutivo, y conocerlo es vital si queremos comprender o compartir sus juegos, ponernos a su altura o, simplemente, no interferir.
Hasta los 7 años, aproximadamente, el niño no distingue realidad de ficción y vive en una atmósfera "mágica". Todavía no ha desarrollado plenamente su capacidad de abstracción, por lo que muchos pedagogos consideran inapropiado los intentos de "enseñarles" en clave racional. Ciertas pedagogías han estudiado detenidamente el proceso de desarrollo del niño, y ajustan el programa escolar a esta realidad. Es el caso de la pedagogía Waldorf, para la cual el desarrollo de la inteligencia humana tiene un "calendario" de desarrollo propio, y cada etapa es fructífera si se asienta sólidamente en la anterior. Así nos lo explica Elena Martín Artajo, directora de la Escuela Waldorf de Aravaca, para quien la adquisición de habilidades y conocimiento debe estar en función de la evolución de los niños, y no al contrario. Y en estos primeros años, el juego imaginativo y creativo constituye el fundamento para la aparición posterior del pensamiento abstracto y de facultades racionales más complejas. Dicho de otro modo, en esos años jugar parece ser la actividad más seria que se puede realizar.
Bruno Bettelheim también distingue dos fases claras en la evolución del juego infantil: el juego libre, hasta los 7 años, y el juego estructurado, por el que se van interesando a partir de esa edad.

El juego espontáneo evoluciona de esta manera

Hasta los 3 años, el niño toma posesiónde su propio cuerpo y progresa en el conocimiento del mundo que les rodea. Esuna fase de experimentación con su cuerpo y con su entorno. Susprimeros juegos se basan en la imitación. Los niños juegana desempeñar las mismas actividades que hacen los adultos, adquiriendode esa forma habilidades útiles para su vida.
Entre los 3 y 5 años es la edad de la imaginación. Son capaces de crear símbolos a partir de cualquier cosa -una caja de zapatos puede ser un camión, y un rato después una casa de enanitos- y sus creaciones son plenamente reales para él. Los juguetes demasiado "acabados" reducen sus posibilidades de imaginar y simbolizar a partir de formas básicas.

Entre los 5 y los 7 años, su imaginación continúa desarrollándose, de forma que no sólo crean objetos, sino también historias con un hilo argumental cada vez más elaborados. Es la edad del "vale que". El vale que es el procedimiento por el cual los niños se distribuyen los "papeles" y hacen un primer planteamiento de la historia que van a representar, y que para ellos es muy real. Por ejemplo: "Vale que yo era la mamá y tú eras el bebé y yo te llevaba al médico, etc.". Normalmente, varios "vale qués" durante el juego sirven para distribuir y negociar los "papeles", y van reconduciendo la historia hacia su objetivo.

Las cualidades que se desarrollan durante estas etapas infantiles sonel fundamento mismo sobre las que se asienta la capacidad de materializar y llevara cabo capacidades más complejas e incluso el trabajo de adulto. "Aquellosque se toman el juego como un simple juego y el trabajo con excesiva seriedad,no han comprendido mucho ni lo uno ni lo otro", afirma H. Heine. Este tipode juego es la base sobre la que se despliega cualidades superiores como laimaginación, la creatividad, la perseverancia en el esfuerzo, etc. que puedenresultar seriamente menoscabadas si se impide su ejercicio por medio de,por ejemplo, esa gran neutralizadora de la creatividad, la imaginacióny la diligencia infantil, que es la televisión.

Juego libre y juego estructurado

Hasta esa edad los juegos tienen un alto significado simbólicoy cumple múltiples propósitos. Afirma Bruno Bettelheim en su obraNo hay padres perfectos "los niños se valen de los juegospara resolver y dominar dificultades psicológicas muy complejas del pasadoy del presente. Tan valioso es el juego en ese sentido que la terapiapor el juego se ha convertido en el procedimiento principal para ayudar a losniños pequeños a vencer sus dificultades emotivas".
Jugar es para los niños pequeños un acto creativo de primerorden, que no sólo les ayuda a aprehender el mundo sino a resolver susconflictos y dificultades. Es la edad del juego libre y creativo basadoen la imitación y por el que desarrollan su capacidad para crear símbolose inventar historias a partir de cualquier cosa: una caja de zapatos puede serun camión, y un rato después una casa de enanitos. Este contenidosimbólico de los juegos constituye la base misma de la inteligencia humana,y tienen una "lógica" interna, independientemente de que laentendamos o no.
En esta fase podemos "incorporarnos" a sus juegos imaginativos,pero no conviene "dirigirlos". Es importante no interferirtratando de dirigir el juego hacia comportamientos más o menos lógicospara los adultos pero que desvíen al niño del propósitointrínseco de su juego. Este autor advierte "cuando no haypeligro inmediato, lo mejor suele ser aprobar los juegos del niño sinentrometerse. Aunque bienintencionados, los esfuerzos por ayudarle puedendesviarle de buscar, y a la larga encontrar, la mejor solución".
A partir de los 7 años los niños van saliendo poco a pocode su atmósfera mágica, y ya discriminan claramente entre lo quees realidad y ficción, interesándose por otras actividades. Apartir de entonces comienzan a estar preparados para los juegos estructurados, conreglas previamente establecidas, que continúan completando su "programade desarrollo". Son juegos más activos, más competitivos,en los que el niño vive la exhuberancia de una actividad físicaintensa y gratificante, mientras aprende a respetar las reglas del juego colectivoy compatibilizar sus intereses con los del grupo.

La familia que juega unida...

Arrastrados por la vorágine del día a día, porla inmediatez de lo urgente, muchos padres y madres ven poco a sus hijos duranteel curso escolar, apenas un rato al final del día. Jugar juntos nos pareceun lujo inalcanzable, o incluso una pérdida de tiempo, según eldía. Y sin embargo, compartir el juego no es sólo una formaagradable, lúdica y gratificante de hacer ejercicio y disfrutar en familia.Es también una oportunidad para disfrutar de una relación de camaraderíamás allá de los roles establecidos padres - hijos, un aspectode la relación familiar habitualmente descuidada pero que puede llegara ser de inestimable ayuda, por ejemplo, para capear con mayor estabilidad laturbulenta etapa adolescente.
Y es que, quizá, el escaso valor que damos a la necesidad de jugar enla infancia se deba a que hemos perdido a ese "homo ludens" que todos llevamos dentro. Y si cerráramos ahora los ojos e hiciéramos elejercicio mental de situarnos dentro de pongamos 20 años, es posibleque nos embargue la añoranza del tiempo perdido, ese tiempo pasado enque tuvimos la ocasión y no aprovechamos de disfrutar de ese efímeropresente de padres de niños que crecen demasiado deprisa. Pero estamosa tiempo".
Isabel F. del Castillo  - Autora de “La Revolución del Nacimient

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